martes, 24 de abril de 2012

Pellejos de Alma



Comienza arrancarse uno a uno los besos de su piel. Ya lastimada por tanto esfuerzo. Poco a poco comienza a quitarse las prendas de su cuerpo, suave como una hoja de papel crepe. Ahogada en llanto. Un llanto que no es de tristeza. Un llanto amargo, lleno de odio y coraje. Se mira en el espejo y no entiende el porque. Cansada por tanto sufrimiento se queda dormida.
            Abre sus ojos, ya es de día. Cree haber olvidado lo del otro día. Descubre que aún en su cuerpo quedan marcas de rechazo. Un rechazo que fue dominando poco a poco. Un rechazo que se presento con cara de paciencia y carácter de ángel. Pero es el mismo que hoy mata como alma de demonio, sin importar que se sentirá durante el proceso.
            Observa una foto y descubre que en ella no queda nada de lo que un día fue. Entrego todo por amor, cambio todo por amor. Ese amor que siempre la engaño. Un amor que se disfrazo de mentiras y la hacía vivir cosas que jamás eran reales. Un amor que siempre la vio como un objeto que podía tocarla, manuciarla; sí manuciarla porque no le interesaba en preguntarle a ella si sentía deseo o placer. Solo le interesaba tener para él aquella mujer que dejaba su vida para cuidar de él. Dejaba sus deseos, metas, sueños para estar disponible para él. Aunque siempre lo hizo de corazón, muy dentro le dolía que no fuera capaz de darle su verdadero valor.
            Fue ayer en la noche que se dio cuenta de lo que significaba para él. Muy entusiasmada se arregla, se maquilla y se pone esa fina lencería que se compro exclusivamente para esa noche, para él.
-¿Qué estaba celebrando? Nada.
Solo quería darle una sorpresa. Coquetamente comienza a dejar caer en el suelo el largo abrigo de piel que utilizo para cubrirse. Dulcemente se acercaba a él, su respiración se aceleraba al mismo ritmo que su corazón. Fue un encuentro sexual muy cercano. El mejor que habían tenido en años. Ya acurrucados y ella orgullosa de lo que había conseguido, le pregunta mirándolo a sus ojos.
-¿Por qué me amas?
            Ese silencio recibido de respuesta fue como el acecino que lentamente se vengaba de su enemigo cortando poco a poco pedazos de su cuerpo dejando descubierto su corazón herido.

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