lunes, 14 de mayo de 2012

Iris, la soñadora...


Iris una joven de 17 años vivía en el pueblo más pobre del país Avispa. Entre todas las damas era la más fea y como si fuera poco también era desconsiderada. Pasaba sus días soñando con que algún joven príncipe vendría a rescatarla de su desdicha y se la llevaría a vivir muy lejos en algún castillo. Mientras toda su familia trabajaba muy duro, Iris solo pasaba sus horas frente a su espejo peinando su encrespada cabellera y repitiéndose a diario lo hermosa que era.
Un día de primavera llegaron los caballeros del príncipe al pueblo. Pegaban por todas partes un anuncio que indicaba: “Se busca Dama de Compañía para el Príncipe”.  Iris no podía creer lo que leía.

-¡Por fin, mi sueño se hará realidad!

            Llegada la fecha Iris vistió su más fino y caro vestido que compro gracias al dinero que robo a sus padres. El mismo que utilizarían más tarde para pagar la renta del pequeño-diminuto- cajón en el que vivían. Muy coqueta y segura de sí, fue en busca de su sueño. Se encontró con una larga fila de jóvenes y adultas que impacientes aguardaban su turno. Se percato que todas las mujeres que salían del carruaje, lo hacían llorando desesperadas, cubriendo sus rostros. Iris como se creía muy lista pensó:

-Todas lloran porque ninguna es suficiente para el príncipe. Pero cuando me vea, quedará prendado de amor por mí.

            Con una sonrisa en su rostro, espero paciente, hasta llegar su turno. Entre tanta conmoción, no se percato que era la ultima en la fila. Respiro profundo, levanto su rostro y con pasos seguros de dirigió al carruaje. Allí la esperaba el príncipe Ramón, tumbado entre cojines, sin camisa y con una mirada devoradora.

            Iris triunfante, se dejo acariciar por aquel apuesto príncipe con aliento de perro. Sus manos comenzaron a desplazarse por diferentes partes de su cuerpo incluso por aquellas que nunca habían visto luz del sol. Para Iris nada de eso era extraño. Pensó muy convencida:

- ¡Que suerte he tenido. El príncipe ha quedado enamorado de mi belleza, me llevara a su castillo, nos casaremos, seré rica y nunca tendré que regresar a este pueblo y menos junto a mi familia!

            Iris permitió que su Príncipe hiciera con ella lo que quisiera. Llegada la noche el príncipe Ramón le pidió que se marchara. 

- Mañana enviaré a mis fieles caballeros por ti. Te llevarán a mi castillo y serás mi Dama de Compañía oficial.

            La joven no podía contener su emoción. Sonriente, risueña, salio del carruaje. Para esa hora ya todos en el pueblo conocían las intenciones del príncipe. Un grupo de adultos susurraban y cuando vieron salir a Iris tan emocionada, no podían ocultar sus expresiones de espanto, de desapruebo.

            Cuando Iris llego a su pequeño hogar ignoro las lágrimas de su madre y la preocupación de su padre.

- ¡Iris se han robado todo nuestro dinero!
- Mamá, nadie robo nada. Yo lo tome para comprarme este vestido. ¿Verdad que es hermoso? ¡Ahh! Antes que lo olvide… Desde mañana ya no seré Iris la pobre que pasa hambre. Desde mañana seré la Dama de Compañía del príncipe Ramón.
-¿Qué has dicho?- Pregunto su madre con un hilo de voz.
-¿Acaso te volviste loca? ¿Sabes lo que es ser Dama de Compañía de un príncipe? – Pregunto su padre preocupado.
- Significa que se casará conmigo y me convertiré en Princesa.
-¡Iris eso no es cierto! Ser Dama de Compañía de un príncipe significa, permitir que el haga con tu cuerpo lo que el desee.
-¡No se casara contigo!

            Iris se marcho. No le interesaba escuchar las palabras de sus padres. Estaba muy emocionada con su suerte y necesitaba preparar todo para el siguiente día.

        Y el siguiente día nunca llego. Se dice en el pueblo que el Príncipe viajo hasta otro lugar en busca de una joven bella que lo hiciera suspirar y que tuviera la belleza y el respeto por sí misma que Iris no tenía. Solo de esa forma el Príncipe podría llevar a una Dama de Compañía a su reino.

            Mientras… Iris nunca cambio. Esperaba paciente la llegada del príncipe. Ignoraba las lágrimas de sus padres al enterarse que se quedarían en la calle por no pagar la renta de aquel cajón. 
YFG ©2012

3 comentarios:

  1. Mi santa madre se llama Iris y es peluita jijij pero no es así. Esa Iris se las trae

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