jueves, 15 de marzo de 2012

Con mi Piano Blanco de Cola

Era domingo. Leía "Hamlet" de Shakespeare en una esquina con grandes cojines blandos y cubierta con una manta de la habitación que mi padre convirtió en Biblioteca para todos, pero en especial para mí. A mi lado tenía una deliciosa taza de nutella con leche caliente adornada con whipped cream y marsh mellow que poco a poco se derretían. La habitación tenía un olor muy peculiar de los libros. Ese olor que me transporta a cualquier lugar. Cada uno hacía lo que más le gustaba. Mi padre leía el periódico sentado en una butaca de cuero que solo él podía utilizar. Mi madre tejía sentada en el gran sofá y mi hermana sentada a su lado pasaba sus nerviosos dedos por su largo cabello, hojeaba las finas páginas del libro "To kill a mockingbird" de Harper Lee. Lo había leído tantas veces pero aún así lo tenía entre su falda. Tenía los pies cruzados y los movía haciendo movimientos ligeros y nerviosos.


Aunque era año nuevo, todos estábamos muy cansados por la celebración de la noche anterior. Vestíamos con nuestra típica ropa de domingo. Pantalones largos holgados esos que se utilizan para dormir, blusas de manga larga y medias hasta las rodillas. Llovía y la casa se sentía tan fresca, tan fría, tan familiar. Por momentos se me olvidaba el enojo con mi padre.
Al parecer nada podía transcurrir con la paz que se sentía. Sonó el timbre y mi padre se ofreció abrir la puerta. Los Luvices se encontraban en el recibidor y mi padre pidió que se sentaran encaminandolos hasta la sala. Ofreció a cada uno una taza de café y nos disculpo mientras mi madre, Alexxa y yo nos dirigíamos rápidamente a nuestras habitaciones para cambiarnos y vestir algo un poco más formal. Quería verme bonita pero lucir algún vestido informal. Ya lista, me mire al espejo pero otra vez esa horrible sensación se apodero de mi respiración. Dude si quedarme en mi habitación o simplemente sentarme junto a él.
Cuando baje las escaleras ya todos estaban ahí. Alexxa había tomado mi lugar al lado de Adolfo y lucía hermosa. Se había recogido el cabello en una trenza, sus mejillas estaban delicadamente rosadas, sus labios tenían un suave brillo. Llevaba un vestido rosado "viejo" a nivel de sus rodillas. Su mirada estaba puesta en sus manos pero tenía una pequeña sonrisa.
Quería salir huyendo cuando todos se pusieron de pies para permitirme pasar. Solo que nuestras miradas se cruzaron y nuestros rostros reflejaban confusión. Entre las dos existía un código. Y justo este vestido, el mismo que ella vestía era parte de nuestro código. Cuando queríamos vernos bonitas y parecer casual lo llevábamos. Resaltaba los atributos más hermosos de nuestro cuerpo. ¿Pero por qué ella vestía el mismo traje? Yo era la que estaba comprometida. Debía ser solo casualidad... Pero tenía que reconocer ella se veía mucho más hermosa con el vestido junto a él.
Me sacudí ligeramente la cabeza como intentando espantar todos esos pensamientos. Todos se hicieron a un lado para que yo pasara. Estaba muy nerviosa. Encontré mi mirada con la de Alexxa para ver si ella me cedía su lugar pero no hubo respuesta por su parte. Me senté en la butaca blanca de piel que acompañaba el gran piano blanco de cola que había heredado mi padre de su padre. Todos hablaban y se reían animadamente. Adolfo y Alexxa parecían muy felices y hablaban con una confianza muy segura. Creo que desde que había llegado de sus vacaciones no la había visto tan brillante, tan llena de luz.
Mi madre invito a almorzar a los Luvices con la excusa de "ahora que seremos familias deberíamos compartir más seguido". La sra. Miranda acompaño a mi madre y juntas preparaban "el almuerzo". Mi padre invito al Sr. Luvices a su oficina para hablar de política, de negocios y por supuesto de nosotros como "futura familia". De pronto solo nos quedamos los tres. Un silencio incomodo. Me daba la sensación de que yo era la que estaba de más allí, junto a ellos. Me di la vuelta y para callar al silencio comencé a tocar una canción que yo misma había compuesto y mi padre había dicho que sería muy famosa si me atrevía a tocarla al mundo. Solo los libros, las letras y la música, me hacían sentir segura. Con ellos olvidaba mis nervios y me transportaba a donde quisiera. Pensé que tocar el piano sería una buena idea para romper aquel silencio incomodo que nos arropaba. Quizás se acercarían a mi y cantaríamos viejos canciones solo escucharían interesados... Al parecer ellos tenían otros planes. Hablaban muy cercas el uno con el otro. En ocasiones sonreían, y en otros momentos se miraban silenciosamente como si quisieran decir todo con sus besos. Todo esto lo podía observar cada vez que miraba sobre mi hombro. 


¿Quieres saber como va la historia? No olvides visitar Entre Sabanas Blancas. Escribe cartas para mí. 

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