Anoche vi en tu rostro ese silencio amargo
que tanto daño hace. Caminabas de un lugar a otro como si con eso evadieras la
realidad. Tu rostro empapado de lágrimas, sudor y lluvia. La desesperación y la
amargura inundaban tu ser.
Yo intentaba dejarme ver entre los
cristales, gritaba pero mi voz no se escuchaba. Y mi cuerpo se fue deteriorando,
me faltaba el aliento. Mi mirada se apagaba poco… a poco… Todo en mí se
consumía al igual que a mi alrededor.
Y me mirabas, y nuevamente ese silencio tan
aterrador en tu mirada. Tu rostro tan neutral. Y tus manos tan culpables. Ya no
existía lágrimas, ya no existía desesperación. Tu odio hacía mi ser te hacía
más fuerte. Y reías… Y cantabas. Como si en lugar de perdida naciera una
esperanza.
Te acercaste a mi cuerpo y en medio de esa
tormenta me obligabas hacer tuya. Pero mi vida YA NO TENÍA FUERZAS PARA LUCHAR.
Se enloquecía y mi alma lloraba. Lloraba porque te había amado. Porque siempre
buscaba una excusa que me retuviera en el infierno al que me sometías. Porque
tenía esperanza que cambiaras. Porque quería que la vida te hiciera ver lo
hermoso que es amar. Y aunque sabía que todo eso era solo una idea, aguantaba.
Por mí, por ti y por mi amor a ese ser que algún día me hizo feliz.
Y con lágrimas en mi rostro, lágrimas que
quemaban y ya sin poder hacer nada y con el último aliento, el que carga
sueños, fe y esperanzas le di gracias al cielo de que todo esto terminara
aunque con eso mi vida se esfumara.
Simplemente excepcional, con la delicadeza que puedes contar algo que no lo es. Que bueno que estas de vuelta... Te quieroooo...
ResponderEliminarGracias por leerme. Te quieroooooooo
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