Te encontré. Sin buscarte, sin llamarte, sin pensarte.
Ayer mientras caminaba por esas calles viejas llenas de historias, las que a
casi nadie le gusta transitar y cuando lo hacen no se detienen para admirar la
belleza que hay detrás de sus historias. Cómplice de tal acusación iba yo. Con
la mirada agachada, de ese modo avanzaría con cada paso dispuesta a ponerle fin
a una semana tan ajetreada. Pero tuve que llegar a ese punto donde o levanto la
mirada o permito ser arrollada. Mientras esperaba a que algún “samaritano” (y
no precisamente ese que alude a las personas de tal pueblo) me diera paso, te
divise al otro lado de la calle. Llevabas unos mahones oscuros y una T-shirt de
cuello v color negra, enmarcando tu cuerpo. Ese que aún no olvido.
Fue cuando pensé en ti, después de mucho tiempo. Y pensé
en mí. En la ultima vez que te vi y no fui
capaz de decir otra cosa que no fuera “Hola”. A mi mente saltaron
preguntas inquietas. “¿Habrás pensado en mí en todo este tiempo? ¿Habrás
regresado a mi antiguo trabajo para comprar frutas que ya no comes con la única
excusa de encontrarte conmigo? ¿Te habrás olvidado de mí, de mi nombre?” Tenía
que averiguarlo, no podía dejar pasar nuevamente el tiempo sin saber de ti.
Cuando me disponía a cruzar para llegar donde te encontrabas, el miedo se
apodero de mí. Me paralice en medio de la calle. Mi mente se quedo en blanco y
olvide caminar. Fue el timbre de aquel auto conducido por un hombre con deseos
de llegar pronto a su lugar destinado, quien me hizo regresar a la realidad y retroceder
en mis propios pasos. Me disculpe apresuradamente. Te busque con la mirada pero
ya no estabas. La pesadez y la angustia invadieron mi cuerpo. Sabía que pasaría
mucho tiempo para volver a verte. Mis pasos fueron disminuyendo y con ellos la
prisa de ponerle fin a ese viernes… Tenía mucho en que pensar.
– YFG
2013